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martes, 9 de junio de 2015

POEMAS DE ARGOS
(1923 - 1924)

Algunos poemas de Argos, publicados entre 1923  y 1924, recoge si se quiere la obra de la primera etapa creativa de Horacio Hidrovo Velázquez, que como todos los poetas de esa época vivían el tránsito entre el romanticismo y el modernismo.
 1923

HIMNO A LA ESCUELA

(Premiado con Medalla de Oro en los
Juegos Florales en Manabí)

Eres piedra graciosa engastada
en la frente de cada nación;
tú darás a la especie alocada
más justicia, más paz y razón.
!Adelante!, prepara animada
del infante el cerebro en embrión.

Hacía tí van los hombres futuros
que el orgullo del mundo serán
del Misterio, vencidos caerán.
Del pasado pregonan tu gloria,
con fulgores de sol y de estrella, 
cada humano que deja una huella, 
cada genio que brilla en la Historia
El Pasado sus voces levanta
y coloca un laurel a tu planta.

La mujer, cuya mano animosa
cuidará del humano jardín, 
será siempre fragancia de rosa
si en tí busca su próximo fin,
Mas si acaso no forma en tu seno
el escudo que libra del mal,
no será más que sombra fatal
y una copa de raro veneno,
Que hacia tí, como el hombre camine:
tu palabra la ciencia redime.



CARTA A MI AMADA
1923

Espérame, entretanto, me has de volver a ver;
iré antes que mi sombra se pierda en el Olvido,
cuando la luz agónica que hay al atardecer 
vague sobre el ensueño de algún lago dormido.

Mi primavera vive sólo de esa esperanza
(cada hora es el fantasma de un trágico desfile);
espérame, yo sufro también esa tardanza
mientras en el Crepúsculo nuestra estrella rutile.

Llevaré los poemas que me inspira la ausencia
para leer reclinado en tu blando regazo;
y en tu cuerpo aspirando la embriagadora esencia.
me detendré en un beso y en la red de tu abrazo.

Espérame, entretanto, me has de volver a ver;
iré antes que mi sombra se pierda en el Olvido, 
cuando la luz agónica que hay al atardecer
vague sobre el ensueño de algún lago dormido.


ROMANZA DE ABSTINENCIA

(Parodia)

Peladito que un día me encontraste en la tienda
y me diste el brebaje de la vieja molienda
impregnada del fuerte de un extraño sabor;
hoy presiento que nunca volverás a invitarme
a una copa de puro que pudiera embriagarme
junto al viejo amuleto de tus huesos en flor.

Cuanta noches de invierno pasarán con la grave 
sequedad del viajero que quedó en el paraje
de algún sol calcinante bajo el fuego voraz!
Don Clotario Calero tiene un gesto de angustia
y evocando la vieja temporada ya mustia
ha sentido la pena de no verte jamás.

Cuantas ansias de jumas morirán en la fragua
de tu vida que pasa como triste sansagua
hacia huecos remotos de un lejano jardín.
Yo no puedo hasta ahora comprender tu destino.
pero sé que cambiado dejarás el camino
sin que tengas más blondas hasta el día de tu fin.

El amor a nosotros nos brindó la botella
de bebidas diversas con temblores de estrella
derramadas al paso de un borracho glotón;
te alejaste muy pronto de las faldas del Cura
y sentiste en tus ansias la infinita locura
de apurarte de un sorbo medio litro de ron

Pero hoy sólo en las fraguas de la tienda desierta
evocando la vieja borrachera inexperta
y sintiendo la inmensa tentación de gastar;
mi dolor se ha tornado gravemente sombrío.
he mirado las copas que se mueren de frío
y al pensar que no bebes no he querido almorzar.












Y FUE EN EL MAR DE BALBOA

Poemas publicados por el Autor en 
Revistas y Periódicos





Y FUE EN EL MAR DE BALBOA

Muy pronto verán el sol
sobre los techos de Manta,
el Cabo de San Lorenzo
por estribor avanzaba.

Alfredo Chum, en la proa,
de infinito se embriagaba:
juventud para viajar,
mares para atravesarlos
y puertos en donde anclar.

Venía bebiendo horizontes,
venía tragando distancias;
lo acariciaba en el rostro
el viento de la mañana
Para llegar a su casa
pocas millas le faltaban.

Capitán de la gran nave
de sus ensueños gozaba
viendo que el mundo era grande.
Sus veinte años podían ser
pasaporte que llevara
a puertos y capitales,
Sánghay, New York, París,
todo para sus veinte años.

Y sus pupilas danzaban
la danza azul de las aguas.

En sucesión infinita
por el costado del barco,
las olas siguen pasando.
Alfredo Chum, en la proa,
está plantado cual mástil.
Este sonar de las olas,
sobre el costado del barco;
ya no es un canto que arrulla:
es rugido y amenaza.
Entre un salto y otro, abajo,
se oye el motor, apurado,
queriendo llevar su nave
hasta la rada de Manta.

El manso mar de Balboa, 
como potro encabritado; 
busca camino de cielo,
sacude el pequeño barco, 
pasa rugiendo y se estrella
allá, en el acantilado.
El Capitán no se inmuta.
El Capitán, cuya casa
es este mar embriagado; 
El Capitán!, marinero
desde los días de su infancia.

Están danzando las cosas
en el interior del barco.
No muy lejos la bahía
espera como un abrazo.
Muy pronto verán el sol
sobre los techos de Manta.

El mar furioso, embriagado,
llama con dedos gigantes;
quiere abrir una escotilla
en el costado del barco.

Muy pronto verán Manta,
cuestión de pasar al cabo.
Y el Océano de Balboa
será de nuevo muy manso...

Pero la mano gigante,
en esta vez más que todas,
sacude el pequeño barco.
El hombre que estaba en proa,
hace una pirueta trágica.

Se oye el anuncio macabro
de otras voces; "hombre al agua".
Alfredo Chum ha saltado
hasta dar en el oleaje;
los marineros le arrojan
un bote que va amarrado.

Nadador del Portoviejo,
con potencia de veinte años, 
jugador que los balones
a las nubes disparaba;
viene nadando de prisa
para trepar en el barco...
Como machetes gemelos
sus brazos cortan el agua.
Que llegue pronto y se agarre
porque está muy cerca Manta;
porque faltan pocas millas
para llegar a su casa.
No puede morir un hombre,
nadador del Portoviejo,
y se halla cerca de un barco...

Y sinembargo, desgracia!,
en un instante macabro;
sin que sepamos la causa
Alfredo Chum no ha flotado...

Ya la tormenta pasó,
como hincando el firmamento
se mira el faro de Manta.
Al muelle, que está esperando,
sólo un hombre no llegó...

Hoy es el dos de noviembre.
Siemprevivas y jazmines
en el blanco cementerio
cubren todos los espacios.
Allá entre Manta y el cabo,
hubo una tumba impensada;
veinte años que se extinguieron
en una mañana clara.
Linda tumba la del mar,
que a todas horas le canta...

Desde la triste ribera
que no lo vio regresar;
quienes lo amaron envían
una corona de lágrimas,
que diga en palabra eterna:
Para Alfredo Chum Jurado.

Portoviejo de 1941

Nota:  Alfredo Chum Jurado, famoso basquebolista de la época, que sucumbió en las aguas del Mar Pacífico en 1941.  Hidrovo cantó su muerte.

MUERTE DE TELMO SORNOZA

Viene la luna hacia el pueblo
con un vestido muy ralo,
colegiala que ha saltado
sobre una cuerda de cerros.
Viene la luna sencilla
y es caramelo intocado,
bola de cristal que pende
sobre esperanzas de niños.
Un río silencioso, lento, 
entre higuerones y sauces.
Casitas de caña y cadi
alcancias para el viento.
Una calle larga, larga
para que patine el tiempo.

En el calendario Mayo,
pastor de flores y estrellas.

Voces bajas y siniestras
en puntos indefinidos
van perforando la noche.
Voces bajas y siniestras
en un marco de silencio
que no perturban siquiera
el lamento de los perros.
Huele a tropa, bayonetas,
sucias correas, aguardiente.
Es muy trágica la noche;
-huele a sangre, huele a muerte-
Pasos pesados de ronda
que por puentes invisibles
llegan a tocar los nervios.
Pasos que como rodillos
van demoliendo silencios
Y esos pasos han cesado
frente a la casa de Telmo.

Hay oídos alargados,
para captar el secreto...
Hay una voz agorera:
"Algo pasará esta noche...
no sé porqué tengo miedo...
Hay una pregunta breve
que en la noche inquietante
como camino de muerte...
Por qué no cierras la puerta?
Callar, Responder, ¿Quién sabe?
Nada a estas horas es bueno
Y Telmo franco sereno
responde a la voz siniestra:
Esta es mi casa, y entiendo
que me acompaña un derecho...
Sigue terrible amenaza:
Veremos si es cierto... espera.
Relojes adelantados
los corazones parecen.
De nuevo la voz que anuncia:
"No sé por qué tengo miedo...
Después de pocos minutos,
sonidos de triples suelas
en los portales desiertos:
-es la ronda que regresa-
En la noche se alza un ruego:
Telmo escóndete que vuelven.
Avanza el sonido trágico
de botas y bayonetas.
Bruscamente la luz muere.
La mujer toma los niños
y está diciendo esta noche
la plegaria más sincera.:

"Sean humanos, no lo maten
por estos niños pequeños"

Al verles, nota que uno,
uno solo falta entre ellos
y la voz que llama al hijo
por desgracia al padre vende:
-responde el niño escondido
entre los brazos de Telmo.
Bajo la cama de caña,
agentes enloquecidos
alargan las bayonetas.
Y si la luz no faltara
verían en horrible juego
los muslos, las bayonetas
y la sangre del obrero.
Herido sale, sus ojos
buscan en la sombra, encuentran.
Saltos, flexiones y giros,
respiraciones violentas,
relampagueo de las armas
rápido roce de cuerpos;
todo en un espacio estrecho.
Y las tijeras que hicieron
los overoles del pueblo
pueden abrir casacas
hasta músculos y nervios.
Por eso luce una rosa
de sangre el carabinero.
Pero son tres contra uno
una mayoría que vence.
Nada queda de sus fuerzas
pero en alto la mirada
está ante los hombres múltiples
sus enemigos y jueces.
-Mátalo ya!... Es que tu tiemblas?
En vano hay llantos y ruegos.
Huele a sangre! Huele a muerte!
Hombre de Camino Nuevo
dará el disparo certero.
Qué es matar? Algo sencillo.
Como derribar las aves,
como tumbar frutas verdes.
El proyectil sierpe alada
rotura la noche inmensa.
Han temblado hasta las horas.
Un segundo, quizá cuatro,
y expira Telmo Sornoza
cuando en Guayaquil resuenan
los gritos de la victoria.
Parece una tumba el cielo
porque tiene franjas negras
que cual tachuelas sujetan
sobre cerros las estrellas.
El viento pasa tan leve
como una mano de amigo
que sufre, duda y temblando
ante el misterio pregunta
si es verdad que se halla muerto?

Corre un arroyo de sangre
la tierra ha sido manchada
y con abono de estrellas
están sembrando venganzas,
en las calles de Santa Ana.

Portoviejo 1944


DOLOR EN LAS CALLEJAS

Casas bajas y oscuras de la Quinta Pareja,
casas color de tiempo, pintadas de recuerdos, 
que esperan el hachazo cercano del progreso;
casas donde brillaron las dagas, las botellas, 
entre el valse dolietnes y el baile arrabalero.

Entre las residencias que ideara el arquitecto,
estais como escondidas y aferradas al tiempo,
viejas casas de caña con pinturas de pena.

Esta tarde he sentido el dolor de estas casas,
de las pobres callejas que no son lo que fueron;
la marea del asfalto crece y está muy cerca,
hierro y cemento vienen derecho hacia El Potrero.

Adiós veinte años listos al extremo del muelle,
para tomar la nave con rumbo a lo remoto:
fui también un bohemio y escuche a los hampones
en llorosas canciones de las noches de juerga.

Adiós Quinta Pareja!  La ciudad está bella,
sus edificios tienen pretensiones de cielo
y tus casas de caña dicen que son afrenta
del tiempo en que se imponen el hierro y el cemento.

Guayaquil, noviembre 23 de 1947

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